La propuesta de Pittaluga refuerza varias ideas en la que está enfocada en sus últimos trabajos. Concibe la obra en contexto, en proceso de creación con otros y en determinado espacio físico como punto de partida. En este sentido, el espacio es considerado como reservorio de sucesivas capas experienciales que lo nutren y proyectan al presente con renovadas temporalidades. Su idea es la de convocar una actividad colectiva que se desarrolle "fuera" de la sala de exhibición, mientras que la sala de exhibición refleje, a través de videos, fragmentos de la acción creativa del afuera, invirtiendo estilemas acostumbrados. El material propuesto será el barro y su modelado. Su interés –vinculado a la antropología artística– se centra más en el desarrollo de la experiencia que en su resultado final en el entendido que todos somos artistas en tanto somos seres creativos. El jardín del Museo Zorrilla, contiene también el taller del escultor, lugar que Pittaluga recepcionó como espacio detenido y algo inerte. Ante el cual propone un movimiento inverso: un quehacer dialogado en espacio abierto, de cercanías grupales, registrando emotividades del proceso creativo y marcando diferencias con el concepto de taller que vio al presente "quieto, mudo, inerte". Así, el jardín se torna espacio que descomprime y resignifica la querella entre Raggio y Zorrilla. La actividad propuesta carece, además, de comitentes y escultores de profesión en el que el resultado final –la obra– no tendrá destino fijo. Pittaluga pretende agregar una capa más en ese espacio, transmutarlo de contemplativo a espacio creativo, proceso observable en su desarrollo de experiencia vivencial. 

María Eugenia Grau


Lucía Pittaluga propone ir al rostro a través de un encuentro en el que el espectador deja de ser tal para pasar a ser protagonista. La propuesta es vivencial y también conceptual, puesto que explora la representación desde la experiencia. El rostro representado solo puede ser tal si emana primero de la masa aún amorfa, de lo que aún no ha sido conceptualizado. Aristóteles había definido la diferencia entre potencia y acto. Potencia es aquello que una cosa puede llegar a ser, y acto, es lo que está siendo ahora. En esta distinción, planteó el concepto de "materia prima" que es potencia pura. La materia prima es lo que no tiene forma y lo que puede ser todo. Es desde esa materia prima, también, que se propone ir delineando el rostro construyéndolo a la par que solidificándolo. Cuando lo que no tenía forma va adquiriéndola, va siendo algo en acto, pero va limitando su potencialidad para pasar a ser algo aquí y ahora. Dar forma es crear y también matar al rostro en tanto que, una vez formado, aparece como algo que es captable conceptualmente. Es el acto mismo de crear, de ir trabajando el barro primigenio es el que invita al visitante a explorar las formas desde el lugar de la representación. La activación que propone la artista no solo es una invitación a ponerse en los zapatos del escultor, sino experimentar el rostro. 

Horacio Bernardo