ENTRAÑA

Como desafío del laboratorio, nos planteamos transitar por prácticas artísticas individuales colectivas que expresen la vigencia y vitalidad del textil, como proceso cultural, histórico y ecológico.

Desarrollamos una mirada que profundiza en el trabajo de la fibra, en tanto cuerpo vital y orgánico, donde la urdimbre entreteje la metáfora de nacer, morir y renacer, como principio movilizador, reconstituyente y transformador de la materia. Una gestación, no sólo animal sino geológica, que se origina en una cavidad cómoda y cavernosa que nos prepara, nutre y protege hasta el momento de la expulsión hacia la superficie, para lo cual debemos desgarrar tejidos, herirlos y desangrarlos. Nacer es expandir las fibras que componen nuestro organismo hacia el universo, territorio y tiempo.

Este proceso se entremezcla con el aliento femenino, el sufrimiento y la fuerza, tan poderoso en la creación y que ha sido durante años, desposeído desterrado y domesticado por distintos sistemas religiosos y económicos. De este modo, hemos sido relegadas al plano de lo desconocido, de lo monstruoso, así lo remiten las deidades precolombinas, que se abren paso desde la profundidad de la tierra para remover el mundo y crear.

Planteamos la grana cochinilla; a manera de trama de la urdimbre, hebra, cordón umbilical, hilo de sangre que nos entrelaza, sea desde su propia materialidad en algunos proyectos o tomando su tinte rojo como metáfora en otros; como un puente a otro tiempo, en el que la imagen en América era sagrada, en que el textil constituía el lenguaje escrito y Europa era otra, sumida en la peste.

La sangre como ofrenda vital desde nuestro nacimiento y el parir, evoca al color de la grana cochinilla que era el rojo más brillante y saturado que jamás hubieran visto en occidente, después de los metales, este tinte fue el mayor productor de divisas para la Corona española.

El impacto del rojo de la cochinilla en la paleta europea, hizo que el arte nunca mas fuera el mismo, integrando el rojo escarlata en los cuadros de múltiples artistas y cambiando la faz del arte en occidente. Tornándose la grana cochinilla en un aporte invaluable de América y transformando desde su sangre, la manera de construir el color y apreciar el arte en occidente.

Es importante desde una construcción de lo visual a partir del conocimiento de lo prehispánico en que la calidad de los materiales implícitos en la obra debían ser puros, para poder contener la divinidad de las imágenes, ahora en el territorio sin tregua del arte contemporáneo en que la idea y el concepto han reemplazado el vínculo con lo sagrado, es pertinente retomar este rojo tan raíz, tan semilla, tan entraña que como continente nos significa.

También plantearnos desde un nuevo pachakutic, que se construya desde lo femenino, desde el conocimiento implícito en lo cotidiano como el tejido de donde se desprenden imágenes anidadas unas en otras, apelando así a la memoria del cuerpo, cavidad y superficie. Vientre y páramo de la tierra.

Desde ahí, nos posicionamos y proponemos abrir un corte transversal que nos permite reconectarnos y mirar en los estratos las semillas no fecundas de los mitos callados, las raíces de los ritos cotidianos y la memoria; la tierra estéril y vacía del mercantilismo y la usurpación cultural. Capas policromas que nos recuerdan el interior de un rebozo o aguayo en donde encontramos nuestra segunda entraña, nuestra segunda piel que nos transportaba para no perder la relación entre cavidad y superficie. Cada proyecto aborda, desde su propia singularidad, el trabajo realizado en los meses de laboratorio.

La Paz Bolivia, 2018


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